Notte di caccia( libre... "como el viento" (8) )

Estaba oscuro y no había muchas personas en la calle, mejor, así no habría demasiados testigos si de pronto me aburría y tenía que verme en la necesidad de asesinar a alguien para robar su alma. Muchas eran oscuras, la mayoría de humanos con las almas más negras salían de noche, por eso era que me gustaba ese horario. Seguí a uno en particular, un hombre enorme a diferencia mía, andrajoso y aparentemente drogado. Se dirigió a un callejón. Me teletransporté a la azotea de uno de los edificios, siguiéndole para atraparle en el siguiente movimiento que hiciera. Pero lo que pasó fue diferente.

Con curiosidad y algo de fascinación fui testigo de como el hombre se convertía en el alimento de una pelirroja, como yo, sólo que ella era una vampireza. Les conocía, Kristin, una chica que decía ser mi amiga, era como ella, así que sabía cómo funcionaban esos seres. Estuve divertida y, sorprendentemente, invadida de un placer morboso cuando ella comenzó a alimentarse del sujeto. Luego de unos segundos, el cuerpo del hombre cayó al suelo, aunque sabía que estaba vivo aún.

Controlando el viento bajé del edificio unos metros más allá de la pelirroja.
—Perverso —mascullé con tono divertido cruzándome de brazos y esperando a que el cuerpo del piso dejara de respirar para poder hacerme de su alma que quedaría libre. —Si no te molesta, voy a llevarme el resto —le dije mientras me acercaba con paso perezoso.

Sonreí de manera más amplía ante las palabras de la chica de cabellos de fuego. Su voz era sensual, ella era sensual, también, toda una vampireza espectacular. Era difícil encontrar a otros de su clase que fueran como ella, es decir, increíblemente embriagantes.

Me puse de cuclillas junto al cuerpo, mirandole con expresión neutra, el tipo ya estaba dando los últimos latidos, podía escucharlos, lentos, muy pausados, casi inaudibles. Vi caer el pañuelo de la chica sobre el rostro del sujeto y sin ponerme de pie, devolví la mirada hacia ella.
—Lo tendrá. Va a pasar toda su eternidad pagandolo, linda, no te apures —aunque, ciertamente, a mí no me importaba que él pagara una condena o que no hubiese podido hacerle nada a la mujer, ahora sólo me importaba que muriera de una buena vez para poder ganar un alma más.
—Nos vemos allá abajo —susurré mirando, nuevamente, el cuerpo que ya había expirado. Toqué su pecho y jalé sin hacer mucha fuerza. Una pequeña luz con un color brillante se prendió a mi mano, saqué de una de las bolsas de mis jeans una pequeña cajita negra. La abrí con delicadeza y metí ahí la luz brillante -el alma- que se amoldó perfectamente. Devolví la cajita a mis jeans y me puse de pie.
—Bien, ya está hecho —pronuncie con una sonrisa torcida. Cada demonio tenía su forma de hacerse de las almas, la que la pelirroja había presenciado, era la mía. Sutil y sencilla.

Su toque fue helado y cálido a la vez. Era extraño que yo sintiera y tuviera esos pensamientos caóticos ante una chica, pero es que ella era tan diferente a todas las que había conocido. Su sensualidad no tenía límites. Además, soy un demonio, en mi vida todo estaba mal ya, así que lo que hiciera luego no tenía relevancia, al menos no demasiada como para decir que acababa de cometer un error. De esos podía cometer los que quisiera.

Seguí sonriendo de medio lado, mirando a la chica en todo momento. Estábamos seguras ahí, no alcanzaba a percibir a nadie más cerca, eso estaba bien, pero le quitaba adrenalina al asunto.
—Ya lo creo, aunque de ser equipo no tendría la misma diversión que suelo tener. Pero, me agrada la idea —le dije meneando la cabeza en asentimientos.

Luego me reí. La forma de pagar en el infierno era siempre diferente. Mis hermanos y yo habíamos hecho un pacto y nuestra paga fue la recolección de almas. Otros tenían que vagar eternidades en el inframundo y pagar sus condenas de las maneras más despiadadas jamás imaginadas.
—Todos tienen su merecido, de eso puedes estar segura —dije con aire de grandeza —. A todo esto, soy Lilith. ¿Tú eres?

Me gustaba la forma en que ella decía las cosas sin mostrar un dejo de vergüenza. Los humanos solían cohibirse con demasiada facilidad y a cualquier insinuación creían que acababan de cometer el pecado más atroz sobre la faz de la Tierra. La diferencia era que ésta chica no era humana.
Sonreí de una manera coqueta cuando comentó lo de la diversión a su lado. Y me descubrí sorprendida y casi maravillada ante la siguiente escena de ella tirando el cuerpo dentro de un contenedor. Ella sí que era malévola. Me gustaba, y mucho. ¡Qué actitud! Esa deberían tener todos los demonios.

La noté pensativa al escuchar mi nombre, no me fue del todo raro, a algunos solía pasarles lo mismo. El nombre era una leyenda, pero para mi gran desgracia, yo no era esa leyenda.
—No soy esa Lilith —murmuré con tono cantarín en su titubeo. Luego no pude evitar reír cuando mencionó la distancia kilométrica entre su apellido y los ángeles.
—Menos mal, porque hasta ahora todo va perfecto contigo. Habría sido una desgracia saber que tienes algo que ver con esos pajarracos.

Ella tenía un aroma intenso, como el humo de la madera pero más delicado, olía bastante bien, además por lo que podía notar, era pulcra y por demás sutil. La forma en que sus movimientos se llevaban a cabo me hacía morderme el labio inferior interiormente, y, aunque quisiera evitarlo, mi piel se erizaba de una forma agradable.

Pasé mis dedos por su cabello cuando ella estuvo cerca, deberíamos vernos como dos llamas ardientes en la oscuridad de aquella callejuela.
—Que coincidencia —mascullé con el mismo volumen que ella utilizaba —. A mí me gusta hacer lo mismo con ellos.

La situación me tenía de lo más divertida. Que una chica me sedujera no era cosa de todos los días, y lo más interesante era que me gustaba como se sentía.
—Y, dime, ¿qué más te gusta hacer caer? —pregunté girando mi rostro lentamente y rozando su mejilla con la mía. Tenía unos ojos brillantes y hechiceros.

Me encontraba completamente de acuerdo con lo que decía referente a los ángeles. A mí también me gustaba aquello, jugar con ellos hasta hacerlos caer en mi juego y, luego, sentirme regocijada al saber que gracias a mí se habían convertido en ángeles caídos que jamás volverían a pisar el cielo y que, en cambio, irían a parar a los abismos del infierno, donde tendrían que pagar la cuota de su error y verme la cara cada que yo deseara que lo hicieran.

Suspiré a manera de asentimiento ante su primer comentario. La vi acercarse nuevamente y rodearme como buscando algo. Sus palabras no me sorprendieron, lo que ella confesaba era lo mismo que estaba haciendo. Mi sonrisa se ensanchó y me dediqué a sentirle cerca, sin moverme mucho.
—No hace falta ser muy observador para darse cuenta de eso, querida. ¿Sabes qué creo? Si un día mueres, serías un demonio excelente —proferí girando mi rostro hacia la derecha, viéndole por el rabillo del ojo.

Termino por cruzarme de brazos mientras ella sigue hablando. No pude evitar reír cuando miró al cielo como si de verdad supiera que era escuchada. Y sí, no tenía otra alternativa más que el infierno, pero, a decir verdad, el infierno no estaba tan mal como muchos creían.

—Serás bien recibida cuando tu fin llegué —dije sin más ni más. A todos nos llegaba algún día, incluso a los inmortales, como ella. Algún día alguien la acabaría, o quizás ella misma decidiría eliminarse. Qué sabía yo.

Suspiré pesadamente y bajé los brazos.
—Empiezo a aburrirme, ¿gustas ir a otro sitio? —ya la estaba invitando, cosa que yo no hacía muy a menudo, normalmente me gustaba andar sola .

Encontrar a un angelito. Pensé en esa última frase. Sería divertido, dos pelirrojas molestando a uno de esos tontos que brillan como hadas.
Sus movimientos comenzaban a volverse "monótonos" para mí, no del todo, pero estaba acostumbrándome a ello, y eso que hacía apenas unos minutos que me había parado a su lado, bueno, el tipo nos había hecho encontrarnos a las dos. ¿Destino? Ni idea, no creía demasiado en el destino.

—No creo que haya algún querubín cerca, aunque es cierto que sería divertido encontrar alguno —dije pasando de lado y andando ya sobre mis pasos. Con las manos metidas en los bolsillos y andar algo perezoso.

—¿Te has encontrado a alguno últimamente, Chiara? —le pregunté mirando sobre mi hombro para ver si me seguía.

Pensé en algún lugar al cual ir. Había estado en el bar antes, justo antes de salir a divertirme y cazar almas. No me apetecía volver, pero, por suerte, la ciudad ofrecía varios sitios en los cuales divertirse, como ella acababa de decir.

—¿Qué tal una disco? —pregunté cuando ella ya se encontraba a mi lado. Parecía que la conociese desde hacía tiempo cuando en realidad apenas la había encontrado. Podríamos ser muy buenas aliadas, pero, había que conocerla más, y ella a mí, ya que si bien me conozco, muy sociable no soy.

—En esos lugares siempre hay diversión.

La forma despectiva en que ella se insinuaba me agradaba. Insisto, ella sería una demonio más que excelente. Y conmigo, seguro llegaría muy lejos. Sí, lo sé, mi ego es algo grande, normal en demonios, además era cosa de familia. Solté una risita tonta mientras caminábamos cerca una de la otra, lo suficiente sin exagerar.
—¿Por qué confías en mí y te dejas guiar? —pregunté de pronto volteando el rostro hacia ella, pero sin perder el rumbo.
—No sé en qué concepto tengas a los demonios, pero de verdad te digo, podría estarte guiando a tu muerte y tú me sigues como un cachorro —si mis palabras la ofendían, me daba lo mismo, así era yo, a veces sutil, a veces una déspota de lo peor.

Salimos de la callejuela oscura para andar sobre la calle, estaba más o menos vacía, sólo algunos vagos nos veían con asombro, tal vez pensando en que dos señoritas no deberían andar solas por ahí. Otros nos veían con destellos de deseo y perversión, pero incluso así no se acercaban, como si en el fondo ellos supieran que, por bien propio, no debían intentarlo.

Solté una carcajada cuando escucho su comentario, de verdad me hacía mucha gracia y de alguna manera muy atractivo aunque su fin fuese lo contrario.

- Bueno pequeña... tu seras un demonio pero yo no un cachorro...- comento aún con una sonrisa siguiendo por las calles con despreocupación. Las calles se veían bastante desiertas solo con uno o otro desafortunado.

- Se defenderme muy bien ... - solo digo, creo que no eran necesarias mas palabras, ella había presenciado lo que era en lo mas perverso de mi naturaleza, naturaleza dotada de grandes dones que no era facil de destruir.

- Ademas no hay mucho que perder... - digo finalmente encogiendome de hombros.


off: abrimos post en otro lado?

Ya abrí
https://heavenandhell.foromx.com/t108-noche-de-baile-en-el-infierno-chiara#833