Noche de baile en el infierno {Chiara}

Su respuesta había sido justo la que esperaba que dijera, la había visto actuar en la callejuela con el hombre que intentaba inútilmente atacarla. Gracias a ello sabía que de débil no tenía ni un pelo. Seguía teniéndome sin cuidado, yo podía ser pequeña pero tenía poderes y, bendito infierno, ayudaban bastante. Además, ya estaba muerta y no podía morir dos veces, el pacto que había hecho no me permitía morir, así que, cualquier lucha en la que intentaran hacerme daño sería en vano.
—Oh, lo tendré en cuenta, de cualquier manera si te guiaba a donde quedamos —le dije con tono despreocupado, habíamos pasado de las calles deshabitadas a otras más concurridas. Podía escuchar el pum pum de los bajos provenientes de las discotecas más cercanas. Una frente a la otra, qué negocio, así podían tirarse cuanta basura quisieran.

—¿Lo ves? Es ahí a donde vamos—indiqué apuntando con el índice el lugar que se visualizaba frente a nosotras, algunas personas estaban afuera fumando o bebiendo, dos hombres enormes vestidos de negro cuidaban la entrada y podían verse algunas luces de colores.

No iba arreglada para una noche de fiesta, pero bien, a nadie le iba a importar eso, quiero decir, con mi rostro, ¿a quién le interesa la ropa? Seguí directo hasta la entrada del lugar, Chiara caminaba cerca, también, su expresión me decía que se encontraba tranquila y divertida a la vez, yo más bien estaba a la expectativa. Nunca se sabía qué se podía encontrar en esos lugares llenos de chicas y chicos con ansias de diversión. Hoy en día la juventud había encontrado otras maneras de divertirse y eso ayudaba mucho a los demonios aunque le restaba lo divertido al trabajo.

Cuando estuvimos en la entrada, los guardias nos examinaron de pies a cabeza, inofensivas debieron haber sido sus palabras internas. Ayudé un poco hablando en sus cabezas: Baile, alcohol y drogas, murmuré en su mente, así ellos se grabarían esa idea sobre nosotras, para que creyeran que más o menos éramos normales.

Se hicieron a un lado y nos dejaron entrar, sólo se cobraba lo que se consumía. Miré a Chiara y le guiñé, halandola hacia dentro de la estancia. Al primer momento el ruido se estampó contra mis oídos agudos, las risas y los murmullos, todo se hizo presente, además de las luces que llegaban a marear.
—¿Ves alguna mesa? —dije por encima de la música a la chica que me acompañaba.

Tampoco yo veía ninguna mesa desocupada, así que tomé lo que dijo sobre acercarnos a la barra. Caminamos entre la multitud de cuerpos contorsionándose unos contra otros al ritmo de una música fuerte y agresiva, con el intercambio de luces que confundían las miradas débiles e ingenuas, aquellos poco observadores ni siquiera se darían cuenta de las obscenidades que en el lugar se llevaban a cabo, como una pareja que había alcanzado a ver en una de las esquinas oscuras teniendo sexo explícito como si estuviesen en su casa. Sonreí para mí misma ante aquella escena y llegamos a la barra.

Estaba ocupada, en su mayoría, por hombres que nos recorrieron con la mirada de una manera déspota y voraz; me acerqué a uno de ellos y con una cara de angelito le pedí el sitio, él no tuvo que pensarlo dos veces, tal vez creyendo que ya con eso se ganaba una noche a mi lado, pensamiento erróneo de su parte. Tomé el sitio y miré las acciones de Chiara.

No había entendido bien la escena, parecía que a Chiara le gustaba más trabajar de manera "cruel", en fin, ya teníamos los lugares, y ahora una copa también. Elevé la mía cuando ella elevó la suya.
—¿Por qué brindamos? —pregunté sobre la música estruendosa del lugar. Jugué con mi cabello mientras esperaba su respuesta. Miré hacía atrás sobre mi hombro para ver sólo un montón de cuerpos contorcionandose y fundiéndose en el calor del lugar y el que sus cuerpos propiciaban. A pesar de eso, el lugar era agradable. No había ningún ángel cerca, ninguna otra criatura especial como Chiara o como yo. Sólo humanos deseosos de más alcohol y de complacer sus instintos más bajos. Presas fáciles.

—¿Bailas? ¿En serio? —cuestioné sin verdadera curiosidad, sólo por tener alguna respuesta que no fuera un "sí" seco. Me puse de pie luego de terminar mi bebida, la cual no tenía ningún efecto en mi cuerpo. Podría ser pequeña de estatura pero mi cuerpo era tan fuerte como el de ningún mortal. Aunque considerando a mi compañera ella era todavía más fuerte que yo.

Esperé a que ella se pusiera de pie también. La música era alta y las luces mortecinas, algunas mareaban de tanto movimiento brusco que hacían, otras eran de colores, y la luz blanca era la que de verdad lastimaba.

La seguí a la pista y luego me quede de pie cuando se acercó al muchacho de mirada perdida, aunque, con todo y eso, de pronto parecía más despierto de lo normal, y no era para menos pues Chiara se le acercaba insinuante. Me quedé viendo lo que hacía para luego soltar una leve risa y ver los movimientos tan provocativos que ella hacía para aquel chico que se encontraba estupefacto ante lo que pasaba. Apostaría su alma a que no se lo esperaba. Bien, eso no es una apuesta en la que él pudiera ganar, pero bah, soy demonio, juego sucio, ¿qué querían?

Definitivamente no volvería a subestimar a la chica, si es que en algún momento lo había hecho. Hacía movimientos algo descarados pero a final de cuentas era una "forma de baile". Me acerqué luego de observarle unos segundos. Lo que hice fue colocarme frente al chico y comenzar a bailar al ritmo de la música que se ofrecía sensual en ese momento. Pegué mi cuerpo tanto al suyo que cualquiera podría jurar que éramos pareja o ya nos conocíamos previamente, pero no, él para mí no era más que otro juguete.
—Eres una chica mala —murmuré sabiendo que Chiara me escucharía sin esforzarse, seguí sonriendo divertida hasta que pronto la música fue todo lo que escuché.

Mi sonrisa se ensanchó luego de verle la cara de estúpido que tenía ahora el joven, si supiera que una vampiresa y un demonio le estaban haciendo compañía, seguro habría corrido a una iglesia a refugiarse o habría buscado a uno de esos cazadores idiotas. Me giré para quedar frente al muchacho y vi lo que Chiara hacía, se me ocurrió que yo podría hacer lo mismo, a nadie le caía mal un poco de contacto físico y no sólo visual, aunque el visual estaba siendo ocupado por la penetrante mirada de mi compañera. Rocé sus brazos con las yemas de mis dedos insinuantemente y los llevé hasta la cadera del susodicho, incluso me atreví a bajar una de mis manos y rozar por encima de su pantalón su, entonces, abultado miembro. Y quién no llegaría a esos extremos de tener tan cerca a dos mujeres como nosotras.

—Cómo pude pensarlo —susurré cerca del rostro del chico —. Más que malvadas él cree que somos ángeles, ¿o no, cariño? —continué tomando su barbilla y haciéndole mirarme. Como era de esperarse el ingenuo humano respondió asintiendo pausadamente, totalmente embobado.

¡Ah, esta chica era una tentación enorme para mi curiosidad felina!
Me gustaba esa manera suya de provocar y de jugar con los deseos más profundos de mortales e inmortales. No me costó mucho seguir su ritmo sensual, atrayendo miradas de todos lados al rededor, hasta parecía que nosotras éramos el espectáculo; podía entender que a mi compañera le gustaba llamar la atención, y estaba perfecto porque a mí también. Levanté mis brazos y con expresión coqueta fui bajándolos por la silueta de Chiara, era divina, eso ni cómo negarlo y dejarme llevar siempre fue algo que supe hacer bastante bien. Pasé minuciosamente cerca de sus redondos y marcados senos, sólo cerca. Luego seguí mi recorrido por su cintura y parte de sus piernas, estando tan cerca que podía sentir su peculiar aliento chocando con mis mejillas y nariz.

La energía a nuestro al rededor se volvía cada vez más pesada, era claro que los hombres en el lugar estaban por estallar, dejando a sus compañeras de lado para posar sus ojos deseosos sobre nuestros cuerpos y movimientos. Y qué decir del chico a nuestro lado, el show era casi privado desde su perspectiva. Miré a Chiara y sonreí divertida sin despegar los labios.

Bien, si hay algo que tengo que admitir es que no soy de besar chicas, pero Chiara estaba tan cerca que yo sólo podía ver sus labios y escuchar el tumb tumb de la música, no era raro, y mucho menos intimidante, sino todo lo contrario. Me parecía excitante y atractivo. Algo nuevo que experimentar. Esa era una posible salida: experimentación.

Alternando entre mirar sus ojos y sus labios, dejé de imaginarme cómo se sentiría aquello y me acerqué hasta rozar sus suaves labios. Sólo un pequeño roce, luego otro. Como ella, mi mano derecha fue a parar a su rostro, podía sentir el mármol bajo su delicada piel, un disfraz perfecto.

Me separé apenas unos milímetros y la miré con una sonrisa traviesa, miré por el rabillo del ojo a los presentes, que más que asombrados parecían agradecidos ante aquel show. Como si hubiésemos terminado de dar el toque a la noche.

Bueno, había besado a la vampiresa y no fue para nada desagradable, incluso me quedé con cierto cosquilleo en los labios, quería más. Pero el lugar ya estaba a explotar de lujuria. Para mí, perfecto, aunque en el sitio no se encontraba ni un alma que de verdad valiera la pena el esfuerzo robar. Todos eran estúpidos pubertos con hormonas que afloraban por doquier. Debería dejarlos disfrutar un poco su noche, con suerte y alguno de esos chicos se llevaba a la cama a una de las barbys sin cerebro que estaban ahí a nuestro rededor con ojos de asombro.

El afortunado que había visto la escena casi magníficamente se había mojado los pantalones. Pobre chico caliente. Me crucé de brazos despreocupadamente mirando a la pelirroja decirle al chico que se había dado cuenta del detalle y que se fuera a casa. Ya me imaginaba yo lo que él haría llegando a la comodidad de su cama.
Hice una seña de despedida moviendo los dedos discretamente y regalándole un guiño al muchacho que de pronto había cambiado de color.

Chiara volvió y mantuvimos nuestro baile sensual en medio de aquella pista que ahora parecía más nuestra que de los anteriores bailarines. Era increíble que hiciera aquello con alguien a quien acababa de conocer, mi naturaleza es más agresiva y frívola, algo como "mírame y no me toques", pero con la vampiresa me sentía bien. Su compañía era agradable, y también tengo que añadir el hecho de saber que ella era tan desinhibida como yo.
—¿Quién te enseñó a bailar así, querida? —pregunté acercando mi rostro a su oído. —Pienso que tenemos que pedir comisión al gerente al final de esto.
Sonreí mientras seguía bailando en medio de las tintineantes luces mareadoras.

Giré sobre mis talones y volví a quedar frente a ella. Nunca había bailado de esa manera antes, era nuevo y me gustaba, porque era sexy, y a los ojos de un ángel, por ejemplo, aquellos tipos de movimientos estaban mal.
—Humm, es cierto. Me pregunto cuántos años tendrás —lancé sin hacer bien la pregunta. Supuse que tendría bastantes, muchos más a comparación de los que yo tengo. Una jovencita, eso soy apenas, y ahí me quedaría ya, pues siendo lo que soy, las esperanzas de crecer y madurar se desvanecen. Tendría veinte para toda la eternidad.

Pronto dejamos de llamar tanto la atención. Los humanos se acostumbraban rápido a cualquier situación. Algunos hasta trataban de imitar pero bien, ya no era lo mismo pues ya lo había hecho alguien antes, en este caso, las dos pelirrojas.

Off: Lo siento, no tenía cabeza para responder :/ pero ya está. Poquito pero ahí está.

Sentía que Chiara era más salvaje que yo, y es cierto, lo es. Yo era más bien divertida pero reservada. Quizás luego arreglaría eso, o igual lo dejaba así, total, cada demonio a su personalidad. Cuando le apretó el trasero al chico que hacía como que bailaba a nuestro costado me quedé con la boca abierta, para luego soltar sonora carcajada.

Al poco rato ella me jaló fuera de la pista. ¿Se habría cansado? No, eso ni por mucho, seguro tenía otro plan, claro. Desde el inicio de la noche me venía sorprendiendo con sus mil y una maneras de divertirse, sin duda le gustaba improvisar porque aquello planeado no era. Llegamos hasta la barra y me soltó para acercarse a un chico, mismo que hizo un gesto de morbo y tomó a mi compañera pelirroja por la cintura, lenvantandola tanto que ella pudo subirse a la barra. Claro, ya decía yo que aquella salida del centro de la pista no había sido por cansancio. Me miró en un gesto de cómplices y por supuesto hice caso.
Le hice una seña al mismo chico para que me ayudara a subir, humanamente, y cuando estuve arriba miré a la pelirroja.
—¿Y ahora? ¿Nos desnudamos o los asesinamos a todos? —mis ideas no eran las más reales aunque sí estaría dispuesta a cualquier cosa en ese lugar. ¿Qué podía perder?