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Mensaje por Elizabeth D’Arcy Lun Jun 20, 2011 2:53 pm

Domingo. 8:15 de la mañana

Otro día malo, otro en el que todo no tiene sentido alguno. La vampiresa se encuentra tendida en la cama, trae puesto la bata color perla con la una noche antes se había recostado a dormir, si, la Gran Elizabeth D’Arcy, predadora y asesina nata, decidió irse a la cama en sábado por la noche, ¿motivo? Una enorme tristeza que le embarga, prefiere estar en su habitación que salir y encontrarse con aquella imagen de Lizzie quien días antes le había casi clavado una estaca al corazón. Suspira a cada instante, la mirada la trae completamente perdida en el ventanal quien se encuentra cubierto por la cortina color rojo carmesí, quien cubre la habitación para que no se cuelen los rayos del astro rey y le lastimen.

Gira, gira, se cubre con las mantas de seda, observa el techo, por instantes Marcus entra a la habitación, le habla y la ojiosclara hace caso omiso de las palabras de su esposo. No se pone en pie, no quiere siquiera pasearse como león enjaulado en la habitación, solo quiere borrar de su cabeza aquellas palabras que solamente le hieren cada que se hacen presentes. Las horas pasan, el medio día llega la chica encargada del servicio de comida, llega con una charola que el mismo Marcus pidió que le sea llevada a Elizabeth, la chica golpea la puerta y entra a la habitación, le habla, la vampiresa hace caso omiso nuevamente, pero, la observa de reojo, la chica se le acerca con la charola; de una arranque de ira, se levanta con gran velocidad y avienta la bandeja de comida, dispersando los alimentos por toda la recamara.

-¡¡LARGATE!! DEJENME EN PAZ, NO VEN QUE QUIERO ESTAR SOLA.

Su voz seguramente se ha escuchado por toda la mansión, seguramente ha provocado varios brincos de susto al escucharla, ya que si bien era de esperarse que este es uno de esos días en donde no quiere saber nada del mundo, ahora se ha confirmado que además esta enojada… y eso no es nada bueno. La chica sale corriendo despavorida de la habitación, casi llorosa por la manera tan abrupta en la que la vampiresa se ha manifestado; Elizabeth continua en su pose y no quiere saber nada, solamente ella sabe que es lo que en su interior le carcome y le hiere “Si Marcus supiese, seguramente enloquecerá de la rabia”, y tal vez suceda, ya que si el enterarse de lo que en verdad su pequeña Lizzie desea, provocará una rabia que pocas veces se puede ver en patriarca D’Arcy.

Hora tras hora, minuto a minuto, la vampiresa continua en la habitación…

8:30 de la noche

La noche ha caído, Stefan es quien entra ahora, observa a su madre y es quien corre las cortinas de la alcoba, se acerca a la cama y recuesta junto a ella, provocando que la vampiresa gire y abrace con ternura a su pequeño, besa la frente y aprieta contra su cuerpo, su hijo se queda en silencio, puesto que sabe que en momentos como este, es mucho mejor quedarse callado, y mas con el temperamento de su madre. Varios minutos se mantienen abrazados, hasta que es el heredero del imperio D’Arcy quien decide ponerse en pie, besa en la mejilla a su madre y le habla.

Stefan: Madre creo que es mucho mejor que te pongas en pie, des un paseo y despejes la mente ya que no te hace nada bien estar aquí… es lo único que te puedo decir

Su hijo la observa con ternura y cierto “dolor” ya que no es nada agradable verla en ese estado tan deplorable, no se sabe a ciencia cierta como es mejor verla, si en sus “días” negativos donde trata a todo el mundo mal, es mezquina, ególatra, soberbia e incluso fría con el mundo entero -a acepción de su familia-, o verla deprimida, sumida en la tristeza, derrotada y completamente caída, ¿Cuál es el mejor estado?... su pequeño se retira y ella con cierta pereza se siente en la cama, observa el cielo “ya anocheció” piensa para si misma, y poco a poco se pone en pie, va al cuarto de baño y toma una ducha. Varios son los minutos que tarda dentro, pero escucha varios pasos en la habitación, lo que la mantiene alerta.

- ¿Marcus? Eres tú

Habla esperando respuesta, pero no la hay. La castaña se viste cómodamente, vaqueros deslavados, blusa blanca manga tres cuartos con un ligero escote al frente, accesorios en color rojo, zapatos del mismo color que los accesorios, ligero maquillaje, coge el bolso combinado y sale de la habitación, en su paso por el pasillo antes de las escaleras se hace una coleta y desciende a gran velocidad, camina hacia el despacho de su esposo, y da unos ligeros toques.

-Cielo, saldré no se a que hora regreso… te amo

Musita sin siquiera entrar, ya que su amado puede estar ocupado, o incluso no estar dentro, camina a gran velocidad hasta la puerta, sale y va hacia su auto, si en verdad su amado la conoce, seguramente la seguirá, ya que cuando discutían, o se encuentra melancólica suele ir al muelle conocido como “Paseo Marítimo” puesto que el aroma al mar suele calmarla –por ridículo que parezca-. Casi 20 minutos tarda en llegar, ya que conduce con bastante precaución, debido a su estado. Al llegar aparca el auto y se dirige sin escala alguna al malecón, donde hay varias bancas vacías, ya que el aire es bastante fuerte esta noche, la iluminación delata su presencia; la vampiresa observa como las olas chocan contra la arena y rocas, suspira y se siente relajada.

-¿Qué hice mal?- musita preguntándose así misma pensando en que fallo como madre, para que su pequeña reaccione de esa manera, y le haya dicho tantas cosas que ahora le están afectando.


Última edición por Elizabeth D’Arcy el Miér Jun 22, 2011 4:06 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Alexander Silverman Mar Jun 21, 2011 1:01 pm

Una vez más, la potente voz del casero se dejaba oír por todo el pasillo. No era para nada discreto, creo que era mejor decir que era todo lo contrario a discreto. Parecía que quería que todo el mundo se enterase de lo que estaba pasando, sintiéndose triunfal por burlarse de un chico por lo menos treinta años más joven que él, y eso siendo muy generoso. La verdad es que no tenía ni idea de la edad que podía tener aquel hombre. Su cara era regordeta e hinchada, en esos mismos momentos completamente roja por la profunda vehemencia con la que estaba pronunciando su discurso, o más bien que pronunciar, tal vez era más preciso decir que estaba gritando su discurso. Su silueta regordeta y su baja estatura hacían que nadie tomara muy en serio a ese hombre, y yo tampoco debería tomarlo tan en serio. Vale, no era el más alto del mundo, pero al menos si era más alto que él, por lo que no debería sentirme intimidado por la presencia de aquel señor. Y, sin embargo, si que lo estaba. Era una figura de autoridad, como cualquier otra, así que debía de ser respetado, por muy tonto y por muy mal me cayera aquel tipo en especial.
No podía concentrarme en la conversación que estábamos teniendo en esos momentos, aunque tampoco creo que se pudiera considerar como una “conversación” a aquello que estábamos teniendo. Era más bien un sermón que me estaba echando el hombre. Igual debería prestar atención a lo que me decía, pero sus regordetes mofletes, que se inflaban y desinflaban según exhalaba e inspiraba el aire, ejercían un efecto hipnótico en mí, por lo que me estaba costando bastante seguir lo que me estaba gritando. Si, oía que algo gritaba, pero era algo confuso, simplemente unos gritos sin sentido. Vale, es algo importante. Creo que debería prestar algo de atención.
-¡…y no voy a permitir otro retraso más!-escuché que me gritaba. Aunque aún me faltaba el principio de la frase, más o menos entendía todo lo que me estaba gritando. Otra vez, la misma conversación de todos los meses. Y había sido igual desde que me había mudado la primera vez allí. ¿Cómo no se me había ocurrido el coger algo de dinero cuando me mudé? Estaba claro que mi trabajo como camarero no era lo suficiente como para pagar el alquiler de la casa todos los meses. Era un pequeño detalle que no había previsto antes. Y, ahora que estaba pasando todo aquello, no sabía ni que podía hacer.- Y no se te ocurra ponerme carita de pena para librarte, porque esta vez no te va a servir.-añadió, acompañando sus palabras de un fruncimiento de ceño.
Maldije para mis adentros. Vaya, pues parecía que no iba a funcionar mi estratagema de siempre. Mira que yo nunca había sido de esos que hacían estratagemas, pero esas ocasiones requerían medidas desesperadas. Así que yo siempre hacía lo mismo: ponerle cara triste al casero, hasta que le daba pena y me perdonaba. Casi siempre había funcionado, y eso me había dado un pequeño respiro en cuanto a los pagos se refería.
Pero parecía que en esa ocasión no iba a servir de nada. Vi la determinación en los ojos del casero, y supe que tenía razón, que no lo iba a engañar de esa manera, y que debía de abonarle lo de ese mes. Fruncí el entrecejo y solté un bufido. En los ojos del casero se dibujó el triunfo, y supe que ya estaba hecho, que ya no podía aplazarlo mas, tendría que pagar si o sí. Cerré la puerta en las narices de aquel hombre, dando un sonoro portazo que resonó tanto por la escalera como lo habían hecho los gritos que había proferido momentos antes. Al menos, tenía la satisfacción de que al menos, le habría hecho algo de daño al golpearle la puerta en las narices. Se lo merecía.
Me sentía algo raro, sintiendo satisfacción por hacer ese tipo de cosas. Yo nunca había sido así, pero ese hombre se lo merecía, la verdad, y me estaba empezando a sacar un poco de quicio. Si ese hombre me iba a obligar a pagarle un dinero que no tenía, bien podía gastárselo luego en una operación de nariz que iba a necesitar, desde luego.
Si hubiera sido algo más atlético, hasta habría probado a partirle la nariz yo mismo. Oh, sí, en aquellos momentos me hubiera encantado. Un rápido puñetazo, directo a su cara, y sentir como su nariz se quebraba bajo mi puño….hubiera sido perfecto…además, por fin hubiera encontrado una ventaja a eso de ser un lobo: hubiera tenido más fuerza, por lo que le habría hecho más daño. Oh, sí, me hubiera encantado.
Pero yo no era tan violento….lástima. Ni siquiera en aquel momento de ira logré sacar un poco de mala leche de mi interior. Lo máximo que había hecho era mirarle mal, y ya está. Eso era todo de lo que era capaz. ¡Yupi! Tenía menos mala leche que un peluche relleno de gominolas.
Pero aunque no logré expresarme por medio de un puñetazo, la ira seguía bullendo en mi interior, algo muy extraño en mí. Yo siempre me había caracterizado (o al menos, siempre hasta ahora), por tener un carácter de lo más tranquilo, y siempre me había creído así. Pero el casero sí que me sacaba de mis casillas, sin dejarme una oportunidad de conseguir el dinero que le debía. Si él hubiera sido más racional, o más compresivo, al menos no me hubiera puesto tan furioso con él. Yo nunca me había topado con alguien como él, y esa era una de las razones por las que estaba más furioso de lo que había estado en mi vida.
Necesitaba algo de aire. Seguramente, con un poco de aire fresco me calmaría.
No había un mejor sitio donde relajarse que en el paseo marítimo. Tan cerca del mar que se podía ver desde allí, oir el suave sonido de las olas al romper, oler el relajante y maravilloso olor del agua salada…..si, todo aquello era la mar de relajante. Respiré profundamente, intentado que aquel aire fresco me calmara al menos un poco.
¿Y ahora yo que hago? Pensé, mientras me apoyaba en la barandilla que impedía que la gente se cayera al mar. No podía conseguir dinero así de un día para otro….como no me tocase la lotería, me parece que no. Y tampoco podía tener otro trabajo. Casi no tenía tiempo para mi trabajo como camarero, así que la opción de otro trabajo complementario a ese era imposible. Y un aumento en mi sueldo tampoco arreglaría nada.
Me pasé las manos por el pelo, revolviéndolo suavemente. No sabía qué hacer. Nunca había estado en esa situación, siempre había tenido a alguien que me ayudase, pero en esta ocasión no lo tenía. Estaba yo solo, y yo solo me tenía que ocupar de eso. Tendría que haberme acostumbrado a estar solo, pero aún no lo había hecho. Había creído que yo solo podría con todo, que era lo suficientemente independiente como para salir adelante yo solo, pero era evidente que no era así. Me había ido de casa de mis padres, dolido, sin pensar que quizás esto podría pasar, y que seguramente pasaría de un momento a otro. Que insensatez.
Pude comprobar que no era el único en el paseo marítimo. Había otras personas allí, aunque ninguna de ellas me llamó tanto la atención como una mujer que estaba algo lejos de donde yo me encontraba, pero que pude percibir desde mi posición. Era una mujer bella, de pelo largo y castaño. También parecía que algo le atormentaba, aunque no quise acercarme para saber de que se trataba, por varias razones. Una de ellas era la timidez que siempre me acompañaba, hasta en esos momentos, que me impedía acercarme como si nada para inmiscuirme en los asuntos de otras personas que nada tenían que ver conmigo. Otra razón era que ya bastante tenía con mis problemas, como para unirlos a los que la mujer tenía que de por sí. Y otra razón era lo que percibí en ella, la esencia de aquellos llamados “vampiros”, que en el fondo de mí, sabía que había almacenado algo de temor hacia ellos, tan desconocidos y, por lo tanto, peligrosos para mí.

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Mensaje por Elizabeth D’Arcy Miér Jun 22, 2011 3:57 pm

Los pasos, las voces e incluso el escuchar las mentes de los seres que pasan junto a la vampiresa la mantienen de mal humor, aquello solo provocaba que de la “depresión” pase al enojo, cierra los puños con fuerza observando a los humanos que pasean felices ante sus vidas “perfectas”, lo que incrementa su mal carácter. Si, es ligeramente bipolar y cambia de ánimo a cada instante, puesto que ella… así es. Su mirada se hunde en una chica en especial, cabello rubio dorado, piel blanca, silueta casi perfecta –ya que ella posee la perfección- el aroma que ella emana, le provoca que las papilas gustativas comiencen a trabajar, sintiendo esa tipica sensación de "agua en la boca"; las ganas de asesinarla ahí frente a todos se incrementa, puesto que esa sención es unica, así como observar a todos salir despavoridos ante la presencia de la vampiresa, dichos pensamientos provocan una sonrisa satisfactoria - “Vamos, solo hazlo y ya, como los viejos tiempos”, su voz interna y consejera le habla incitándola a realizar aquellos actos que la llevaron a cometer crímenes que pasaron a la posteridad, “Piensa en Marcus, ¿el no tiene la culpa de lo que ha pasado y sabes que se entera de todo lo que haces y de esto también se enterarrá?...piensalo”, nuevamente el debate en su cabeza comienza, en efecto , ambas “voces” tienen razón, pero la segunda dio en el clavo, puesto que su amado esposo no tiene la culpa de lo que está sucediendo, y en parte no sabe aquien culpar por las ideas tan extrañas que tiene su pequeña.

-Demonios…¿Por qué me pasa esto?

Musita por lo bajo, apretando con más fuerza los puños, incrustándose las uñas en la piel lentamente, hasta que estas simplemente traspasan su carne, hiriéndola ligeramente, la sangre lentamente comienza a brotar, resbalando por la piel, manchando con ligereza la banca en ambos costados, la ojioscura no se percata de lo que ella misma se ha hecho e incluso de la humana que se ha marchado, puesto que la confusión le invade el cuerpo. Cierra los ojos y aspira profundamente, dejado que los aromas entren por sus fosas nasales, el aroma de los humanos, del mar y de un licántropo, aquella última fragancia provoca que abra los ojos y las manos, su mirada se torna sorprendida ya que hace mucho tiempo que no tenía a uno de esos “perros” salvajes y sin domesticar cerca.

-Lo que me faltaba

Musita por lo bajo, mientras su mirada comienza a buscar a la o al portador de tan petulante y fétido aroma. Observa detenidamente a todos los presentes, que son muy pocos, los analiza, pero no logra encontrar al portador… pasa varios minutos buscando hasta dar con él, un simple chiquillo, tímido a simple vista, atractivo pero no deja de ser una bestia salvaje, sin modales y sin clase, no es más que una simple mascota; enarca la ceja y hace curvar la sonrisa, ya que almenos podrá desquitar su enojo y frustración en algo. Se mantiene en esa misma posición, sentada en aquella banca, observando al lobuno, su mirada está completamente perdida en él, la sonrisa esta perfectamente dibujada en su rostro, ya que la diversión esta por comenzar.
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Mensaje por Alexander Silverman Jue Jun 23, 2011 12:29 pm

Mis ojos se cerraron lentamente, mientras exhalaba un suave suspiro. Realmente estaba con el agua al cuello, como se solía decir. No sabía que podía hacer, no sabía….nada. Realmente, en ese momento me di cuenta de que no era tan maduro como me había creído hasta entonces. Si, puede que ya tuviera mis 20 años cumplidos, pero esos no eran los años que importaban en esos momentos, sino otro tipo de edad, la edad suficiente para haber madurado y pararse a pensar que no podía permitirme el piso en el que vivía con solamente el sueldo del que disponía. Cualquiera que hubiera sido maduro, o que al menos hubiera tenido un poco de sentido común se hubiera dado cuenta de ello. Pero yo no lo había hecho, lo cual demostraba la clase de persona que era.
Y lo cierto es que había sido bastante inmaduro. Ahora que pensaba detenidamente en ello, me daba cuenta de lo inmaduro que había sido. Me había ido de mi casa sin pensarlo ni un solo momento, sin pensar que haría después, donde viviría, como pagaría las deudas que contrajera. Simplemente, fue un acto impulsivo: lo hago, y ya está. Y por culpa de aquel acto impulsivo me hallaba en esa peliaguda situación.
Mira que yo nunca había cometido nunca ningún acto impulsivo en mi vida. No, lo mío no era guiarme por eso, sino pensarme muy bien las cosas, meditarlas a fondo, darles mil vueltas, a veces sacarles problemas hasta donde no los haya. Si, así era yo la mayoría de las veces. Entonces, ¿Por qué en esa ocasión había actuado de forma diferente a las demás? Era un pequeño misterio para el cual nunca tendría una respuesta. Tal vez la rabia del momento, o que se yo, pero lo que si sabía ahora era que había sido una pésima decisión. Para algo impulsivo que hacía en la vida, y mira como había resultado. Decidido: no más actos impulsivos, gracias.
La rabia que había surgido en mi interior ya se había extinguido casi por completo. Ahora solo quedaba un gran peso en mi estómago, que me provocaba esa angustia que sentía por dentro. En esos momentos, se alegraba de que no fuera mi puño el que le partió la nariz al casero. Seguro que si lo hubiera hecho, en esos momentos me sentiría tan culpable que hasta iría a pedirle perdón. Y eso era algo que no quería hacer de ninguna manera. Tal y como había sucedido, yo no tenía que disculparme ante él: yo no había sido el culpable, sino que había sido un accidente. Al menos, algo me salía bien por una vez en la vida.
Abrí los ojos con lentitud, recuperando por momentos la visión del espacio en el que me encontraba. Con los ojos cerrados, en la oscuridad y perdido entre mis pensamientos, había perdido por completo la noción de donde me encontraba. Si no hubiera sido por el sonido de las olas, hasta habría pensado que aún me encontraba en mi casa, y que nada de lo que me preocupaba tenía sentido, ya que no había ocurrido. Solo había sido un mal sueño, y todo arreglado. Deseé con todas mis fuerzas que eso hubiera sido así. Pero, por desgracia para mí, no lo había soñado. Lástima.
Volví la cabeza, paseando mi mirada por mí alrededor. No es que hubiera mucha gente, y a verdad es que no me importaba demasiado. Nunca me habían gustado las multitudes, la verdad, y en esos mismos momentos prefería estar solo. Junto a mi pasó una chica de pelo dorado, con muy buena figura, la verdad, aunque no estaba de humor para pensar en lo guapas que eran las chicas que pasaban a mi lado. Ella pasó de largo, yendo hacia la salida del paseo marítimo y perdiéndose de mi vista.
Pero lo más interesante no era eso, sino que la dama vampiro que había observado hacía un rato también seguía con la mirada a esa chica. No la iría a atacar, ¿no? Tal vez tuviera sed y entonces la chica sería la presa más cercana que tenía la dama vampiro. Aunque no se atrevería a atacarla allí, ¿no? Quiero decir, había testigos…sin ir más lejos, yo. Aunque no sabía si a ella le importaría demasiado que yo presenciase algo de ese estilo. Nunca había visto un vampiro cazar y, sinceramente, no me apetecía nada verlo.
Afortunadamente, la chica pudo irse antes de que la dama vampiro hiciera nada. Una suerte para ella. Aunque no tanto para mí. Porque seguidamente pude notar los ojos de la vampiresa clavados en mí. Oh, vaya. Seguramente ya sabía lo que yo era, tal y como yo me había dado cuenta de lo que ella era antes. ¿Qué haría? Mi primera reacción fue salir corriendo. Pero ¿Dónde iría? ¿A mi piso? No, gracias. Cualquier lugar menos ese. Aunque la tentación de huir era muy grande. Aquella mujer me daba algo de miedo, debía reconocerlo. Pero tampoco se lo iba a demostrar. A lo mejor, si sabía que le tenía, aunque fuera un poco, de temor, se sentiría más predispuesta a desencadenar una ofensiva contra mí. Así que sostuve la mirada de la dama vampiro, rezando en mi interior para que no pasara nada malo aquella noche. La verdad es que no tenía fuerzas para nada.
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Mensaje por Elizabeth D’Arcy Jue Jun 23, 2011 11:23 pm

El deseo errante de comenzar con un distractor se había incrementado, ¿qué mejor que jugar a asesinar a la bestia para matar el dolor incesante en su ser?, ¿Qué mejor que hacer sufrir un por un largo rato a un simple cachorro?, la vampiresa comienza a tejer su estrategia, la rubia se había marchado y el chico lobo aun seguía ahí, que mejor que él que para distraer su mente, ya que no es mas que una simple bestia a la que nadie extrañara. Poco a poco se incorpora y comienza a caminar con elegancia y cadenciosa hacia el chico, su mirada está perdida en la figura atlética del joven que a simple vista, exageradamente rebasará los 22 años. Una sonrisa se dibuja en los labios de la inmortal quien saborea lo que está a punto de sucederle, “Al diablo con lo que piense Marcus”, piensa detenidamente. En este momento en lo que menos piensa es en su esposo, solo piensa en si misma puesto que no se toma las medidas suficientes para pensar en que está bien hecho y que no, solo quiere aliviar lo que le esta torturando por dentro.

-Bien cachorro, divirtámonos

Musita para si misma, dejando que el viento se lleve sus palabras, sonríe y se detiene a una distancia prudente, esta a escasos 3 metros de distancia del chico, lo observa y comienza a utilizar su habilidad, entra en su mente y puede ver como su cabeza está completamente aturdida por la pobreza, “denigrante, pobre y sin clase, seguramente”, piensa para sí misma, puesto aquellos pensamientos son típicos en la gente si recurso alguno, algo de lo que no tiene por qué preocuparse debido a su inmensa fortuna.

-La noche… pintaba bien…¿no crees?

Pregunta directamente al chico lobo, tal vez este no le responda, aunque todo puede ser absolutamente posible. La vampiresa se apoya en el barandal que impide que uno caiga directamente al Mar, observa como las olas chocan contra las piedras, haciendo ese típico sonido de “splash” al contacto con las rocas, observa como el oleaje está bastante pesado, puesto que a pesar de ser Primavera, la temperatura esta ligeramente baja, provocando que el oleaje este pesado y bastante fuerte. Observa el horizonte mirando cómo se fusiona el cielo con el mar, aquel espectáculo que solo la naturaleza puede dar, es único y a pesar de ser una mujer con bastante locura acuestas, aprecia y degusta de la hermosura que la naturaleza le otorga. Sin embargo, su misión, almenos por ahora, no es admirar la naturaleza sino más bien, jugar por un momento con el castaño.

- Lastima que la noche se arruine con el aroma tan fétido como él tuyo y créeme que no es por falta de higiene

Nuevamente le habla sin siquiera esperar a que este responda a la primera interrogante que la propia castaña le ha lanzado segundos antes, gira delicadamente hacia el chico observándolo detenidamente, ya que si hay algo de lo que más degusta la inmortal es de admirar a su victimas antes comenzar con el ataque.
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Mensaje por Alexander Silverman Vie Jun 24, 2011 11:55 am

Tenía que admitir que la presencia de la dama vampiro me perturbaba un poco. Y quien dice perturbar, dice que tenía algo de miedo por su presencia. Pero solo algo, ¿eh? No es que yo hubiera conocido a muchos vampiros en mi vida, afortunadamente, tal vez dos o tres, pero ninguno de ellos poseía ese porte, esa elegancia, esa mirada profunda y aterradora que seguro que podía hacer temblar hasta al más pintado. Me pregunté cuántas personas habían caído bajo el influjo del miedo al contemplar a la mujer, al mirar sus ojos y ver la muerte reflejada en ellos. Creo que prefería no saberlo. Y creo también que no me gustaría nada acabar como una de sus víctimas. No, yo no acabaría así. O, al menos lo intentaría.
Intenté parecer sereno cuando la dama vampiro se levantó del asiento que ocupaba y, con sus elegantes andares, cada vez se acercaba más y más a mí. ¿Qué iba a hacer? No creía que lo suyo fuera solo una visita de cortesía. No venía solo para decirme un “Hola, ¿Qué tal?”, sino que sabía que probablemente querría algo más, y tal vez hubiera sido demasiado optimista con lo del “¿Qué tal?”. Dudaba incluso de que fuera tan amable conmigo, y lo que no dudaba en absoluto era de que le daría igual lo bien o lo mal que yo me encontrara. Aunque supongo que era normal. Bueno, todo lo normal que se pudiera decir en esa ocasión. Se supone que los vampiros y licántropos eran dos razas enfrentadas desde hacía un montón de años, así que todo era como debía ser. Aunque era una verdadera lástima.
Lancé un gruñido por lo bajo al oír la suave voz de la dama vampiro, lo que realzaba aún más la faceta de animal salvaje en mí. Pero me daba un poco igual que realzara lo que quisiera, en esos momentos me daba un poco igual todo aquello. No tenía el día como para ir de sutilezas con vampiros, la verdad.
-No creo que mi concepción de diversión sea la misma que la suya, así que paso-le espeté, con voz alta y clara. No me sorprendió en absoluto el haberla tratado de usted, ya que era algo que yo siempre hacía con personas que acababa de conocer o que me imponían algún respeto. En ese caso, el tratamiento de usted se debía a la primera razón.
Ella me sonrió, deteniendo su avance a unos tres metros escasos de la posición en la que yo me encontraba. Bien, buena elección. No creía que fuera buena idea un contacto más directo con la dama vampiro, incluso esos metros que nos separaban me parecían algo escasos. Claro que siempre era eso que tenerla justo pegada a mí.
Noté como me observaba, y sostuve su mirada sin parpadear ni un momento. Era algo desconfiado, lo sabía, pero en esos momentos era mejor desconfiar. No sabía lo que podía pasar por la cabeza de la dama vampiro, y realmente podía pasar cualquier cosa. Mejor estar preparado para lo que fuera, así que no debía perderme nada de lo que ella hiciera. Ni un solo movimiento. Tal vez una pequeña distracción supusiera algo fatal para mí.
Me encogí de hombros ante la pregunta que la dama lanzaba hacia mí. No creía que ella esperara que las respondiera, la verdad creía que más bien le daba igual todo lo que yo pudiera decirle, y si le respondía algo, probablemente para ella sería como si no hubiera dicho nada. Aun así, sí que le respondí.
-Pues la verdad es que no demasiado. Era una mala noche, pero gracias a su presencia, ahora que la veo pienso que no estaba tan mal. Comparado con ahora, me refiero.-
Le respondí, apartando la mirada de ella para posarla sobre el mar y las olas que chocaban contra la orilla. Ya sabía que no le importaría demasiado mi opinión, pero yo lo dije tal y como lo pensaba. Era raro, ya que nunca hacía eso, pero esa noche ese no era yo. Estaba furioso, agotado, angustiado y encima en compañía de una “amiga” vampira. Simplemente, había que entenderlo, todo eso pasaba factura en cuanto al comportamiento se refiere, por lo tanto podía soltar esos comentarios tan poco amables que en una ocasión normal nunca habría osado decir.
-A mi usted tampoco me huele a rosas, así que creo que estamos en paz.-le respondí, algo molesto. Pues no se atrevía a ir allí a decirme que apestaba. Pero, ¿Qué se creía? Ya sabía que a ella no debía de trasmitirle un olor muy agradable, pero al menos podría tener la amabilidad de no irlo comentando por ahí. Aunque ya empezaba a hacerme una idea general que como era aquella mujer, y por lo que parecía, la amabilidad no era una de sus virtudes mas desarrolladas.
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Mensaje por Elizabeth D’Arcy Sáb Jun 25, 2011 9:19 pm

Y comienza la llamarada de ironías, no esperaba ningún gesto de cordialidad por parte del lobuno, así como tampoco palabras alicientes y amables, más sin embargo fue mucho más educado de lo que parece, puesto que sabe perfectamente que hay jerarquías entre los dos, ya que le habla de usted. La vampiresa sonríe y gira nuevamente, ya que las palabras del lobuno le causan un poco de gracia… -Es normal, un ser que no está acostumbrado a tenerme cerca suele decir esa sarta de idioteces- reitera su posición y responde a las últimas palabras emitidas por el licántropo.

Observa el mar y levanta la mirada al firmamento observa como el cielo se cubre por las estrellas, sonríe nuevamente “luciría mucho mejor si estuviese totalmente a oscuras”, y como si le hubiesen leído el pensamiento, la torre cercana a ella, se logra ver un letrero que dice Alta Tensión, la sonrisa se le dibuja a la inmortal quien sabe perfectamente lo que significa ese letrero, sabe que esa es la torre principal de la cual se genera casi toda la electricidad del paseo, de caerse provocaría que la luz se fuese y dará un toque mucho más atractivo a la noche. Camina sigilosamente hacia la gran torre, quien despide sonidos típicos de la electricidad, con fuerza sujeta con las manos el poste, respira profundo y con toda su fuerza lo deja caer hacia el lado derecho de donde ambos se encuentran, siente como su cuerpo se esfuerza a sobremanera, siente que desde el estomago hace la fuerza necesaria para poder tirar el poste, hasta que cae trayendo consigo la oscuridad en su totalidad, la caída provoca un estallido impresionante, al igual que el sonido al caer, la vampiresa sonríe satisfactoria ante lo sucedido, ahora la noche se podrá admirar mucho mejor, regresa hacia su lugar, la sonrisa se le dibuja de oreja a oreja; la visión no se ve nada afectada debido a que puede ver en la oscuridad sin problema alguno.


-Así luce mucho mejor

Musita graciosa, ya que siente que poco a poco la tensión y tristeza ya se esta esfumando, aunque no se ha erradicado de raíz, almenos puede sentirse mucho mejor cuando llegue a su casa. De un arranque de locura, se apoya en el barandal y observa cómo hay una franja de arena bastante considerable que bien puede servir para esta noche “perfecto”, piensa nuevamente, gira la mirada hacia el chico, hace tronar el cuello y da un brinco para colocarse en el barandal. Sus zapatillas le impiden ligeramente poder sostenerse como debería, por lo que con cuidado se inclina y se quita uno a uno los zapatos de marca. Una vez descalza mira al chico y le habla.


-Nos vemos chico lobo

Musita y deja caer su cuerpo, si bien la arena se encuentra a varios metros de donde se encuentra, siente como cae, el aire es delicado contra su piel, su sangre siente como se sube y baja a gran velocidad, esa sensación de estar cayendo es única. Su piel se le “enchina”, pero no le da la importancia debida… hasta que llega a la arena. Su pies sienten como esta se encuentra humedecida, puesto que seguramente la marea ha bajado y por eso se denota la franja arenosa. Siente chistoso, ya que la sensación de caminar sobre arena mojada no es algo que pueda sentirse a diario. Comienza a caminar sintiendo de cerca el aroma al mar, la brisa no se hace esperar al igual que ligeras "pringas" de agua salada en su piel, levanta la mirada y puede observar como una densa capa de humo y polvo va cubriendo la parte superior de donde se encuentra, puesto que el poste seguramente estará ahí tendido por mucho rato, ya que no hay personal cerca, no lo van a reportar y hasta mañana sabrán que es lo que ha pasado.

Despeja su mente lejos de lo que ha hecho y gira hacia donde se encuentran las olas, la luna ilumina el océano, dejando que este actúe como un espejo, pero uno inmenso, además que pareciera que fusiona con el firmamento, sin duda un espectáculo que con la luz artificial del alumbrado no se podría apreciar.

-Entre mis locuras, se puede decir que hago cosas que valen la pena


Musita por lo bajo ya que sin duda alguna, esto que acaba de hacer es una de las mejores cosas que se le han ocurrido…
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Mensaje por Alexander Silverman Dom Jun 26, 2011 11:51 am

Puse los ojos en blanco ante las palabras que salieron de los labios de la vampiresa. Tampoco me extrañaba nada el gran ego que despedían las palabras de la dama vampiro, puesto que ya estaba preparado para algo así. Por lo general, los vampiros siempre eran iguales: egoístas, fríos, sin sentimientos…etc. Al menos, eso se decía, ya que yo no había tenido un trato demasiado profundo con esa raza en particular. Y la primera toma de contacto con la raza de los vampiros no hacía que cambiara la impresión que tenía de ellos. Aquella mujer parecía que cuadraba perfectamente con la personalidad que siempre había oído que tenían los vampiros. Además, estaba ya más que claro que la rivalidad entre las dos razas no había pasado desapercibida: yo no le caía bien a ella, y ella no me caía bien a mí. Al menos, en eso estaríamos ambos de acuerdo.
Pero no respondí a la nueva “genialidad” que dijo la dama vampiro, porque tampoco quería molestarme en pensar una respuesta ocurrente a lo que ella me había dicho. No es que a mí las respuestas ingeniosas se me ocurriesen así porque si, tenía que pensarlas un poco para después soltarlas, y la verdad es que en esos momentos no me apetecía ponerme a pensar algo ingenioso. Un rodar de ojos fue lo máximo que mi mente me permitía hacer en esos momentos, así que, fue lo que hice, simplemente, así de fácil.
Noté como la dama vampiro se movía, por lo que desvié mi mirada centrándola en ella. A saber que era capaz de hacer, era mejor tenerla controlada, solo por si acaso. Parecía que algo había captado la atención de la vampiresa, y si algo lo había hecho, tenía por seguro que no podía ser nada bueno. Y, por una vez, no estaba nada equivocado.
Eso que había captado su atención era una torre, de esos generadores de electricidad, en el que colgaba un cartel que decía “Alta tensión”. Algo que decía que eso iba a acabar mal...No podía saber que era lo que le pasaba por la mente a la dama vampiro, pero fuera lo que fuera, sabía que no podía ser nada bueno.
La seguí con la mirada para ver qué es lo que iba a hacer. Sentía algo de curiosidad por saber que era lo que se proponía hacer la vampiresa. ¿Acaso iba a ser testigo de una prodigiosa manifestación de los súper poderes propios de los vampiros? Vale, debía admitir que una parte de mi quería ver lo que estaba a punto de hacer. Por lo menos así distraería la mente de mis problemas y podría ver algo interesante.
La chica se perdió en la oscuridad, cerca de la torre. Me pregunté por qué iría allí, que sería lo que le interesaría de la torre de electricidad. Y no tarde en averiguarlo. De repente, se oyó un fuerte sonido que rasgó la noche, proveniente de donde se encontraba la vampiresa. Hierros rechinando, algo partiéndose, y después, una gran mole caía con un gran estruendo al suelo, haciendo retumbar el suelo. Me agaché, aterrado por el impacto que la gran torre había ejercido por la zona. ¿Pero es que esa mujer estaba loca, o qué? ¿Cómo se le había ocurrido hacer semejante cosa? Seguramente el ruido se habría oído en manzanas a la redonda. Eso no había sido un gran paso para pasar desapercibidos, ni mucho menos. Ya toda la ciudad se habría enterado de que algo se había caído en esa parte de la ciudad.
Me incorporé, esperando que a la vampiresa no se le ocurriese otra genial idea que acabara cayéndome a mí encima. ¿Acaso la locura era algo innato de los vampiros? ¿O era solo de esa en particular? No estaba seguro, pero lo que si sabía era que esa vampiresa en concreto estaba loca, pero loca de preocupar.
Y ella, como si nada. Con una sonrisa satisfactoria, contempla su creación, o más bien, su destrucción, como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera roto una propiedad de la ciudad, que costaría mucho de arreglar, y que levantaría sospechas en los ciudadanos. ¿Pensarían que había sido casualidad, un defecto de construcción o algo así? Si, seguramente…así que no le pasaría nada a la vampiresa por haber hecho eso. Crimen sin castigo, eso tendría. Vale, el crimen no era demasiado fuerte, ni siquiera estaba seguro de que eso fuera ilegal…pero aun así, me fastidiaba, y mucho.
Miré, incrédulo por la tranquilidad que mostraba, como se apoyaba en la barandilla, con un envidiable sentido del equilibrio, se quitaba las zapatillas, dejando a la vista unos pies de una palidez perfecta.
-¿Cómo que “nos vemos”?.-le respondí, todavía con la incredulidad reflejada tanto en el rostro como en el tono de voz que me salió al decir esas palabas. ¿Y ya está? ¿Hace todo eso y se va? Una muestra más de la locura que parecía que contaminaba todo el ser de la vampiresa. Pero no podía dejar que se fuera. Si ella se iba, me quedaría yo solo allí, con la torre volcada. ¿A quién echarían las culpas, entonces?
Y, en efecto, se iba. Con un elegante movimiento, saltó de la barandilla para aterrizar en la parte baja del paseo marítimo, donde estaba la playa. Me asomé, apoyando mi pecho en la barandilla para poder verla mejor. Si se alejaba, y se iba a ir, dejándome allí solo. Pero no, ese problema no me lo iba a dejar a mí solo. De eso ni hablar.
-¡Eh!-le grité.-¡No puedes hacer eso y después irte! ¡Vuelve aquí!.-Aunque no esperaba que lo hiciera, no parecía el tipo de personas que hacen caso de lo que otra gente les grita. Pero si no me hacía caso, no iba a quedarme de brazos cruzados: sería capaz de bajar allí y traerla del brazo, si es que hacía falta. Claro que sería capaz.
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Mensaje por Elizabeth D’Arcy Dom Jun 26, 2011 8:09 pm

Tic-tac, tic-tac, tic-tac

Los minutos pasaban lentamente, la vampiresa se mantiene en su posición, observa el mar, la fusión de este con el cielo,mientras uno a uno sus cabellos se mesen con la suave brisa que sopla contra su cuerpo. Cierra los ojos, hasta que la voz del chico se hace presente nuevamente, escucha que este le llama y hace caso omiso de las palabras del lycan, simplemente sonríe, observa como las olas comienzan hacerse mucho más densas, fuertes, brutales, tanto que podrían asesinar a cualquier insulso que se atreviese a entrar a tomar un pequeño baño… y una idea se plasma en la cabeza de la vampiresa nuevamente.


-¿y ahora? … ¿Qué demonios quieres?


Responde musitando solo para ella, ya que es algo molesto que le intenten siquiera controlar o coartar sus acciones, ya que es prácticamente imposible que un simple ser logre controlar el ímpetu aventurero y bastante excéntrico de Elizabeth, obviamente el único que lo ha logrado es Marcus, trabajo que le costo mucho lograr, ya que antes de él nadie, y hasta la fecha solo él lo a conseguido.


- Sabes, los perros como tú, son tan molestos que llegan a colmar la poca paciencia que tengo

Le habla la vampiresa, su perfil está completamente perdido en las olas, sonríe ligeramente, pareciera que la demencia se ha apoderado nuevamente de ella, y, de la nada comienza a reír y reír, ya que le parece gracioso lo que minutos atrás ha hecho, el caos, la desesperación nuevamente se apoderaran de la ciudad al saber ¿Por qué se ha caído una torre de alta tensión? Ya puede estar observando las planas en los periódicos, “Las investigaciones no cesan, estudiamos la posibilidad del crimen organizado”, la sola imagen le causa gracia. Sin embargo, controla la poca demencia que se ha hecho presente, observa de reojo al chico lobo, gira hacia la derecha –posición contraria a la del lobuno- y emprende el paso nuevamente, sus manos sostienen sus zapatillas y su bolso rojo, poco a poco con la mano libre se va quitando los accesorios de cristal cortado en color rojo, primero el collar, luego los aretes, las pulseras y un anillo adornado con una flor, mismos que deposita en su bolsa; camina pateando la arena y observando como esta se levanta y deja impregnadas sus huellas, delatando los pasos que la castaña deja. Una vez liberada de sus accesorios, lleva su mano libre hasta su cabeza, para liberar su cabello de la coleta, dejando caer sus cabellos color chocolate lentamente, guarda la liga con la que sostiene su cabello nuevamente y continua el paso.

Unas rocas enormes se logran visualizar a lo lejos, las observa y la idea que se había plasmado minutos antes en su cabeza se hace aun más atractiva. Camina más aprisa… logra llegar y deja la bolsa en una roca cercana y donde estarán a salvo sus pertenencias; con bastante agilidad se logra trepar en lo más alto de esta. Desde lo alto observa las olas, quienes golpean con brutalidad una parte de la piedra llegando hasta ella, pringas de agua, sus cabellos se mesen con mas y mas fuerza, revolviéndolo al máximo y casi cubriendo en su totalidad su rostro, sonríe, cierra los ojos y se avienta al mar. Su cuerpo nuevamente siente esa sensación de caída libre, pero en este caso, es mucho más breve, al entrar completamente en agua, experimenta un golpe brutal debido a que ha chocado contra él, su cuerpo se moja al instante de haber tenido ese primer contacto y el “splash” se hace presente pero en esta ocasión se logra ver como el cuerpo de la vampiresa esta en el mar, del cual se deja balancear, las olas a pesar de ser completamente brutales no le causan el daño que debería estarle causando.


Nada por lo ancho de la playa, aunque se le dificulta debido a la densidad de las olas, no le da importancia ya que es justo lo que ella quería, ya que almenos está sintiendo ligero su cuerpo, las presiones están desapareciendo y por lo menos se siente ya un poco mejor
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Mensaje por Alexander Silverman Dom Jul 03, 2011 1:57 pm

Fruncí el entrecejo al darme cuenta de que la dama vampiro me estaba ignorando completamente. Evidentemente que me había oído, era imposible que no lo hubiera hecho, dada la extraordinaria capacidad auditiva que poseían los vampiros, era evidente que sí que me había oído. Entonces, solo quedaba la posibilidad de que me estuviera ignorando, pasando olímpicamente de mí, como si no hubiera dicho nada. ¿Hola? Sí, estoy aquí, y te estoy hablando, maldita. ¿Es que tanto te cuesta prestarme un poco de atención? Tampoco me parece que se fuera a morir si lo hacía…aunque ella pareciera que si lo pensara. Una vez más, la dama vampiro hacía gala de sus pocas dotes comunicativas hacia los demás, y también estaba haciendo gala de su mala educación contra mí. Tal vez otro día me lo habría pensado mejor, me habría encogido de hombros. “Cosas de vampiros”, habría pensado, y me habría ido a mi casa, sin volver a pensar en aquella vampiresa. Pero aquella noche no estaba para bromas ni juegos, así que no hice lo que estaría acostumbrado a hacer.
La voz de la vampiresa llegó hasta mí, de una forma muy débil, ya que apenas había sido un murmullo para ella misma, pero yo también tenía algunos truco en la manga: una de las pocas cosas buenas que tenía eso de ser lobo consistía en un oído más desarrollado de lo normal, por lo que ese desagradable comentario de la vampiresa llegó a mis oídos, no claramente, pero aun así oí lo suficiente como para imaginarme de que iba el mensaje completo. Una vez más, fruncí el entrecejo ante esos comentarios de la dama, que no quería contestar para no meterme en una disputa con ella, pero que deseaba con toda mi alma responder de la forma más cortante y borde posible. Y dado que la calma y la razón no era algo que me sobrara en ese preciso instante, puede que algún que otro comentario borde sí que le hiciera.
-No soy un perro.-gruñí, quitando parte de credibilidad con ello a lo que estaba diciendo.- Por lo menos soy más persona de lo que puedes llegar a ser tú.- Y si, comentarios bordes por todas partes. Yo no quería, era ella la que me provocaba, y hacer eso en el estado emocional en el que me encontraba en aquellos momentos no era para nada una muy buena idea. Mi carácter pacífico usual estaba muy escondido en mi interior, suprimido, y la rabia que había sentido de antes estaba aumentando notablemente por la actitud de aquella dama que, dicho sea de paso, no me gustaba nada.
Y no me estaba haciendo caso para nada. Desde mi posición pude ver como giraba en la dirección opuesta a la que yo me encontraba y, uno a uno, se quitaba todos sus accesorios. Me pregunté por qué haría eso. De lo que estaba seguro era que no se libraba de esas cosas para que la gente las encontrase y, con el dinero que sacara de vender todos esos accesorios con pinta de caros, pagar la torre que se acababa de cargar. Eso sería un gesto muy bonito, y por eso precisamente sabía que no era lo que iba a hacer. Era una lástima, pero no veía que esa mujer fuera ese tipo de persona. Y en esa ocasión tampoco estaba equivocado, porque lo que la dama vampiro pretendía era zambullirse en el agua, tomar algún tipo de baño o simplemente nadar por diversión.
Y eso si que no podía soportar verlo, estar allí tan tranquila después de la destrucción que había causado. Con bastante más torpeza que ella, subí a la barandilla a la que antes se había encaramado ella. Yo no tenía muy buen equilibrio, por lo que no podía quedarme allí arriba por mucho tiempo. Baja ya de una vez, o te darás un golpe de mil pares de narices. Alargué un pie, seguidamente el otro, y entonces caí a la parte de la playa, donde se encontraba la dama vampiro. Aterricé en la blanda arena, que por suerte amortiguó mi caída, que fue bastante torpe, todo hay que decirlo. Caí sobre una rodilla, raspándomela con los pequeños granos de arena y piedras de la playa, haciendo una mueca de dolor cuando mi torpe caía me hizo tanto daño. Y es que yo no estaba acostumbrado al dolor, y por cierto, no quería estar acostumbrado. Prefería que estuviera todo lo lejos posible que pudiera de mí, gracias.
Ignorando a duras penas el dolor de mi rodilla, me encaminé a la zona donde la vampiresa se había encaminado. Allí estaba, en las rocas, seguramente preparada para zambullirse en el agua. Caminé hacia allá todo lo deprisa que pude, aunque no lo suficiente, ya que cuando llegué hasta la roca, la figura de la mujer vampiro ya había desaparecido entre las olas.
Me encaramé a las rocas, mirando el agua con algo de temor. Si quería atraparla, tendría que sumergirme con ella en el agua, traerla del brazo hasta tierra y obligarle a reparar lo que había destrozado. O que pidiera disculpas. O pegarle una torta, yo que sé lo que quería, en esos momentos no pensaba de manera racional, solo quería hacer algo, permanecer en movimiento para no tener que pararme a pensar en la deprimente vida que estaba llevando, y así no sumirme en los problemas que amenazaban con desbordarme. Simplemente, quería no pensar.
Me pregunté si me acordaría de como nadar. Cuando era pequeño había tomado unas clases de natación, pero hacía mucho que no practicaba. Igual era como eso de ir en bici, que nunca se olvidaba. Pero qué más da. ¿No eres un lobo? Puedes nadar al estilo perrito, seguro que eso es lo que ella espera de ti, es lo que te considera. No tienes nada que perder, la verdad. ¿El qué? ¿La dignidad? Querido, esa ya la has perdido hace mucho, mucho tiempo.
Así que sin pensarlo dos veces, me zambullí en el agua helada. Por un momento, permanecí bajo el agua, observando lo curioso que se ve todo cuando estás ahí abajo. Pero no tenía tiempo para esas cosas, por lo que en seguida subí a la superficie. Tomé un gran trago de aire cuando mi cabeza subió a la superficie, y moví la cabeza a los lados, agitándola para que mi cabello mojado se apartara de mis ojos y me dejase ver lo que estaba pasando. Mi ropa mojada pesaba demasiado. Dioses, ¿Por qué no me la había quitado antes de saltar al agua? Iría mucho más rápido si no la llevase. Supongo que es por eso por lo que yo no podía hacer cosas tan impulsivas. En mi caso, todo lo que llevara algún componente impulsivo tenía que acabar mal.
Y con una desagradable sorpresa descubrí que no, no me acordaba de cómo se nadaba. Chapoteé patéticamente, intentando moverme o, al menos, no hundirme en el agua y no morir ahogado. No era algo que me atrajera precisamente, por lo que movía las piernas de una forma frenética, intentado a toda costa mantener mi cuerpo a flote.
-¡Oye!.-grité al mar, esperando que la vampiresa me oyera, ya que no la veía desde donde yo estaba. Seguramente estaría nadando por ahí, pero yo no la veía. A saber en qué lugar exacto del mar estaba.- ¡Ven aquí! ¿Tan cobarde eres que simplemente huyes?-esperaba que ese insulto a su valor la atrajera hacia mí, aunque no sabía exactamente por qué quería que viniera. Simplemente, no quería que escapara. Tal vez quería partirle la nariz como no había podido hacérselo a mi casero. Una vía de escape a toda esa rabia que bullía en mi interior y que quería quitarme a toda costa.
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Mensaje por Elizabeth D’Arcy Sáb Jul 30, 2011 10:58 pm

El agua golpea contra su cuerpo con bastante brutalidad, pareciera que le agrada sentir el golpe tan brusco de las olas sobre ella, pero aun más estar en ese estado en donde no importa absolutamente nada de lo que le atormenta, pareciera que la locura se ha apoderado nuevamente de la inmortal, locura que sería fantástica compartirla con Marcus, pero que a la vez en este momento es de muy mala idea, ya que seguramente preguntará “y Ahora porque estas tan ‘deprimida’ querida”, y evidentemente la respuesta se tendría que omitir, puesto que de saberla, enloquecerá y tal vez solo tal vez, enfurezca y arremeta contra Lizzie, aunque lo más seguro es que le eche la culpa a sus amistades y termine justificándola. Aquellos pensamientos se van esfumando de la cabeza de la vampiresa, deja que su cuerpo empátice con el mar, relaje aun mas sus musculo y obtenga la tranquilidad que tanto necesita; cierra los ojos, suspira y casi hace un ritual en el mar para obtener paz en su alma… un momento, aquello llamado paz y alma, es algo que está totalmente eliminado desde la gestación de su cuerpo.


Abre los ojos y su vista se pierde en el manto estelar, mismo que se ve tapizado de estrellas, ligeras nubes y el menguar de la Luna, desconoce la hora, pero tal vez ya sea bastante tarde, aunque de estar más tranquila por la mañana, puede que se presente a la junta Técnica de su Empresa, aunque puede que resulte todo lo contrario. Sin embargo, al intentar permanecer en el trance de la calma, el colapsar de un cuerpo contra el mar se hace presente, la violación de su espacio de tranquilidad la mantiene alerta para atacar e incluso aniquilar aquel o aquella que ha osado inmiscuirse en la tranquilidad de la castaña. Ligeramente sumerge su cuerpo y observa o trata de observar de quien se trata, y cuál es su sorpresa resulta ser el lobo que minutos antes le ha estado siguiendo los pasos, nada sigilosa, cuan cazador rodeando a su presa, observa y denota que el insulso hombre no sabe nadar “un lobo que no sabe nadar y yo que pensaba que había visto todo” piensa para si misma, se mantiene en un solo lugar, mueve los brazos y piernas, flotando sin problema alguno, sonríe ligeramente y ve como aquel ser batalla por mantenerse a flote, luchando por su vida e intentando no perecer en el intento.


Tiene en bandeja de plata el cuerpo del lycan, tiene la oportunidad de oro de acribillarlo, destazarlo lentamente sin causar sospecha alguna, puesto que el "culpable" de haber destrozado algo que es de dominio público al intentar escapar cae al mar y un depredador marino lo aniquila sin piedad alguna, sin duda sería la nota perfecta para un pseudo-reportero que intente hacerse de un nombre en el mundo de las Noticias y Periodismo. Escucha y sonríe ante tan estúpida e insulso ataque verbal hacia ella, habiendo tantos insultos en el planeta, tenía que utilizar los más comunes, mismo que no le dañan en el absoluto, pero dado al estado en el que se encuetra el castaño, se acerca más hacia él, sumerge su cuerpo para camuflagearce con el mar; nada hasta él y reaparece justo a su espalda, relame sus labios y se acerca a su cuello.


-De no ser por que detesto la sangre canina, justo en este instante te estaría aniquilando lentamente, aunque ...- realiza una pausa y continua -podría hacer una excepción

Relame la comisura del cuello del lobuno, abre la boca dejando relucir sus colmillos y hace una pequeña y minúscula incisión el cuello de este, raspando la piel por encima y sin provocarle daño alguno; lo sujeta por la cintura y comienza a arrastrar hasta la orilla, sin duda algo totalmente fuera de la realidad, una vampiresa salvando a un enemigo natural, esto tendrá que pasar a la posteridad. Nada un tramo bastante extenso sosteniendo el cuerpo fornido del lobo y justo a una altura en donde ya se logra pisar lo suelta abruptamente y ella nada hasta la orilla. Una vez cerca comienza a salir del agua cuan diosa marina, emergiendo y contoneándose lentamente, el peso de la ropa es muy ligero, el agua le correa pero le importa muy poco, logra llegar a la orilla gira delicadamente y con la elegancia que le caracteriza, se sienta en la arena, observa el mar, pero aun más el cuerpo del lobo.

- creo que ya me voy sintiendo mucho mejor, y en cuento al problemita con mi pequeña ya se me ocurrirá algo para erradicar esas estúpidas ideas

Sonríe ante lo que pueda ocurrir, pero más que nada de lo que les espera, ya que un acontecimiento con el de esta noche seguramente será totalmente inolvidable y memorable.

-canino, creo que me debes una, ya que he salvado que tus pulgas se ahoguen

off: Lamento la tardanza y no poder responder antes, pero ya estoy de regreso.
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