Hojas de hierba {Lizzie}

Incliné la cabeza hacia un lado, intrigado por la súbita aparición de la joven, aunque, claro, tal vez no había sido tan súbita. Como yo estaba en mi mundo, bien podría haber estado allí mil años, que yo no me habría percatado de su presencia. En el futuro, recordaría que tendría que ser más precavido. A saber que podía haber pasado si no llega a ser esa chica, sino un atracador, un asesino o quien sabe qué. Si, a lo mejor me estaba montando yo mismo mis paranoias, pero nunca se sabe. Es mejor prevenir que curar.
Claro, que quien decía que esa chica no podía ser una atracadora o asesina. A primera vista, no lo parecía para nada. La chica era de una estatura que rondaba el 1,60 aproximadamente. No es que yo fuera mucho más alto que ella, como mucho 5 centímetros más alto. Era más bien menudita, con el pelo color chocolate, largo, la piel de una palidez extrema, y tenía unos ojos de un precioso color azul.
A mí siempre me habían gustado los ojos azules. Bueno, y también los verdes, pero esos eran mi segundo color favorito. Los primeros, siempre los azules. Recordé que desde que era pequeño siempre me habían fascinado los ojos de ese color, y yo, con mis ojos castaños, no había tenido la suerte de poseer unos ojos así. Mas de una vez comenté que cuando fuera mayor me iba a teñir los ojos de azul, aunque, una vez que había llegado a ser mayor, no había cumplido el deseo. Tal vez porque teñir los ojos era un poco imposible. Como mucho, podría ponerme lentillas que hicieran que mis ojos fueran de ese color. Pero aun así, tampoco lo había hecho. Supongo que ya me había acostumbrado a mi color natural de ojos.
Con el primer vistazo general a la joven, me di cuenta de que no tenía pintas de ser una mala persona, el tipo de persona que en ese momento me atracaría o asesinaría. Aunque, claro, era un gran error el juzgar a alguien por su apariencia. Tal vez no debiera hacer eso, y estarme algo atento y alerta por lo que pudiera pasar. Pero no, no me apetecía eso. No quería estar todo el día alerta, poseído por una sensación que desasosiego que luego no correspondía a nada, ya que luego no pasaba nada. Bueno, por ahora me relajaría un tanto, y luego ya se vería lo que pasaba.
Al final la chica habló, con una voz suave, desmontando mi teoría de que estaba jugando al escondite. Me levanté de mi asiento deprisa, al ver que la chica retrocedía unos pasos y casi caía al suelo. Estaba preparado para ir corriendo por si se caía, para ayudarla, pero al final no se cayó, así que yo me quedé allí, de pie, frente a mi asiento, sintiéndome un poco tonto.
-Si, ya me imaginaba que no estabas jugando.-le comenté, pasándome una mano por la nuca, con lo que despeiné mí ya de por si despeinado cabello. Esa era una costumbre que había cogido no sabía dónde, era un gesto que hacía cuando estaba algo nervioso por algo, como era en esa ocasión. Además, me sentía algo estúpido, pues mi comentario de antes no parecía haber sido el mejor. Me hacía sentirme algo infantil el haberme imaginado que estaría jugando.-Solo era una broma, como estabas detrás de un árbol, parecía que estabas jugando, ya sabes….-dije con voz tímida, un poco cortado al tener que explicarlo. Eso me pasaba por querer utilizar una broma para hablar con alguien. Si ya sabes que no tienes ni pizca de gracia, ¿para qué haces bromas? La próxima vez, más te vale tener la boca calladita, y dejar de hacerte el gracioso, algo que, como ya sabemos todos, no eres para nada.